Cerler, con su encantador casco histórico y sus impresionantes paisajes naturales, no solo era conocido por su belleza, sino también por ser el hogar de este mágico ratón. La casa de Pérez, oculta entre las piedras de una antigua casita, era un lugar acogedor y lleno de misterio. Allí, después de cada noche de trabajo, Pérez descansaba y preparaba su próxima aventura.
Una noche, Pérez se puso su pequeña mochila y partió en busca de dientes de leche que los niños habían dejado bajo sus almohadas. Recorrió casas y más casas, recogiendo dientes y dejando monedas o pequeños regalos a cambio. Aunque su trabajo era arduo, Pérez siempre estaba contento de ver las sonrisas de los niños al descubrir sus sorpresas por la mañana.
De vuelta en Cerler, Pérez llegaba agotado, pero feliz. Su casita estaba rodeada de montañas y bosques, un lugar perfecto para descansar y recuperar fuerzas. Pérez tenía un rincón favorito donde se sentaba a contemplar las estrellas y a escuchar el murmullo del río que pasaba cerca. Allí, soñaba con las sonrisas de los niños y planificaba sus futuras aventuras.
Un día, mientras descansaba, recibió una visita inesperada. Un joven ratoncito del pueblo vecino había oído hablar de las hazañas de Pérez y vino a pedirle consejo. Pérez, siempre generoso, le enseñó todos los secretos de su oficio. Le mostró cómo entrar sigilosamente en las casas, cómo encontrar los dientes bajo las almohadas y, lo más importante, cómo dejar un regalo que alegrara a los niños.
Juntos, Pérez y su nuevo aprendiz realizaron varias entregas. El joven ratoncito aprendió rápido y, bajo la guía de Pérez, se convirtió en un ayudante invaluable. Gracias a él, Pérez pudo tomarse más tiempo para disfrutar de su querido Cerler.
Con el tiempo, el joven ratoncito se independizó y comenzó a llevar la magia del Ratoncito Pérez a otros pueblos, asegurando que más niños pudieran disfrutar de esta hermosa tradición. Pérez, por su parte, siguió con su misión, sabiendo que su legado continuaría.
Así, en el tranquilo y hermoso pueblo de Cerler, el Ratoncito Pérez sigue descansando entre entrega y entrega de dientes, siempre listo para llevar un poco de magia y alegría a los niños de todo el mundo. Y cada vez que miraba las montañas y los bosques que rodeaban su hogar, Pérez sabía que estaba en el lugar perfecto para su descanso y recuperación.
Foto: Juan Carlos Mayayo Masias. Instagram @mayayojc