La danza es o ha sido una forma tradicional de celebrar la fiesta en Sahún, Eriste, Cerler, Anciles o Benasque y cuenta la tradición oral que a comienzos del siglo XVI ya se bailaba en todos los pueblos altos del valle. Nadie sabe muy bien por qué se baila, cómo se baila o por qué suena lo que suena, pero todos están convencidos de una antigüedad que confirma su tradición. Cada localidad tiene su propio folclore definitorio, con una razón, un rito y un santo al que honrar.
El que se baila en Benasque cada 30 de junio en honor a San Marcial es, de todas estas manifestaciones, el más reconocido. A su indudable riqueza etnológica se une ser el baile de la población de cabecera, lo que asegura una mayor participación. Acto central de las fiestas mayores, se celebra con la participación activa de muchos benasqueses orgullosos de serlo. De hecho, los bailadores aseguran que cuesta decir “no” al baile, incluso cuando los achaques de la edad lo ponen más difícil. La decisión de dejar de hacerlo, dicen los que ya no pueden, siempre es amarga.
Ejecutado únicamente por hombres, aún a la manera tradicional, el Ball de Benàs no es solo una exhibición de color, pasión y devoción. También tiene una razón instrumental que durante siglos mantuvo el ciclo festivo de la localidad. Y es que se trata de un baile de mayordomos, es decir, un ritual para el traspaso del poder. Los mozos que han ejercido la obligación de organizar las fiestas durante el año ceden la responsabilidad a los que se encargarán de las del año que viene. Para simbolizarlo suelen intercambiar motivos florales, en el caso de los hombres, o panes, en el caso de las mujeres.
Después de la misa, el repique de las campanas bandeadas a mano señala la salida en procesión de la imagen del Santo. Es de plata, o tiene ese color, representado de pie y con los brazos abiertos en forma de cruz. Va a hombros de sus cofrades y, justo delante, se colocan los danzantes. Marchan por las más estrechas calles de alrededor de la Iglesia y el Ayuntamiento, haciendo sonar sus castañuelas de boj decoradas con largas cintas de vistosos colores. Las tocan con los brazos en alto, avanzando de espaldas, con la mirada puesta en el patrón.
San Marcial, el homenajeado, es una figura de origen francés. Aunque durante mucho tiempo se quiso hacer creer que fue uno de los 62 discípulos originales de Cristo, lo cierto es que la primera referencia escrita sobre él es la de San Gregorio de Tours (538-594) en su “Historia Francorum”. Señala que Marcial habría llegado a la zona de Limoges, en la actual Francia, en el siglo III. Formaba parte del grupo de misioneros que, enviados por el entonces Obispo de Roma San Fabián, acabarían fundando las iglesias locales de las Galias. Poco más se sabe del resto de su existencia. Solo que fue enterrado extramuros de Limoges y que sobre su sarcófago, muy venerado, se construyó una Iglesia a su nombre. El culto a San Marcial está muy extendido por el sur de Francia y en el norte de España. Pero no se sabe si llegó a estar cerca de Benasque.
Para bailar a San Marcial se utiliza una sintonía musical de fácil recuerdo por haber sido himno de España durante los periodos republicanos: el llamado himno de Riego. Sobre si fue primero símbolo o son de baile popular, no existe certeza alguna para afirmar una u otra cosa. En Benasque, por supuesto, nadie duda de que el mismísimo teniente coronel Rafael del Riego escogió el ritmo que se bailaba en la fiesta de San Marcial para musicar la letra compuesta por su amigo Evaristo San Miguel. Quizá lo conoció, cuentan, cuando estuvo preso en Jaca o durante su etapa como Capitán General de Aragón. Otros creen que los antiguos benasqueses decidieron dar más solemnidad al baile de mayordomos utilizando la música del himno nacional.
Cuando el cortejo llega de nuevo a la Plaza del Ayuntamiento, el Santo se coloca debajo del tilo que la preside. Allí va a tener lugar el momento principal del Ball dels Omes. Comienzan los cuatro mayordomos, bailando frente a San Marcial de forma individual. Tras ellos, bailan al santo los demás hombres por grupos de edad, desde los más mayores hasta los más pequeños. Mientras, los mayordomos han iniciado un corro en fila de uno, aunque en parejas, que da varias vueltas completas a la plaza. Es entonces cuando deben elegir a sus sustitutos para el año que viene. Como manda la tradición, cada mayordomo entrega la rosa que lleva en la boca a quien designa como sucesor. Éstos, que deben ser solteros, aceptan la designación colocándose a su vez la rosa en la boca.
Un cambio musical señala el momento de las “marradetas”, la segunda parte del baile tradicional al ritmo de otro son popular con forma de vals. Se ejecuta con movimientos en zig-zag, tal como señalan las losas que decoran el suelo de la plaza. Esos movimientos tienen por objetivo crear otro círculo más pequeño, mucho más cerca del Santo. La filas se aprietan alrededor de la imagen hasta que la música se detiene y los bailadores levantan sobre sus hombros al mayordomo principal. Es la estampa final.
Pero, al día siguiente, la melodía del Ball de Benás vuelve a resonar por las calles. Es el Ball de les Dones, o de las mujeres, otro acto muy similar al Ball dels Omes pero con la participación de las féminas.
Junto a los mayordomos del año, salen a rendir devoción los que ya han sido elegidos sucesores. Las mujeres no bailan ante el Santo pero se incorporan inmediatamente después al corro que rodea la plaza, bailando junto a sus parejas. Así terminan unas fiestas que tienen en el ritual del baile su punto culminante. Una cita ineludible con la tradición.
Fuente: Blog Identidad aragonesa