Fue en 1997 cuando Pablo Perigot, educador y experto en arte, y José Antonio Castán, entonces párroco de Seira, dieron a conocer el hallazgo de este dolmen conservado de forma excepcional al sur oeste del casco urbano de Seira. Este monumento megalítico, hoy declarado Bien de Interés Cultural, sigue en pie en una pequeña llanura, libre de vegetación, llamada plana de San Nicolau, junto al río Ésera.
Como el resto de los dólmenes del Valle de Benasque y del resto de los Pirineos, se trata de una construcción megalítica de cámara simple de forma rectangular y pequeñas dimensiones formadas por grandes piedras, llamadas ortostatos, de roca granítica obtenida de su propio entorno. La losa de piedra horizontal que se colocó como cubierta tiene unas dimensiones de unos 2 metros x 2 metros y se sostiene por un conjunto de hasta nueve piedras que actúan como pilares verticales. Algunas de ellas, identificadas en este lugar, serían la losa o losas de menor tamaño con las que se cerraba el frente de la cámara interior del dolmen.
Igual que el dolmen de Ramastué, también en el Parque Cultural Vall de Benàs, y que otros dólmenes pirenaicos, es curioso, que la abertura de la cámara esté orientada en dirección Este. Algunos investigadores interpretan este hecho en relación con el amanecer del Sol y su sentido trascendental relacionado con el ciclo de la vida y la muerte.
El dolmen sería el centro de una construcción que en origen sería más compleja y formada por un túmulo creado por piedras y tierras que la cubrían hasta formar una estructura de unos 9 metros de diámetro cerrada en su perímetro, a su vez, por un anillo exterior formado por losetas de piedra de tamaño irregular.
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